jueves, 20 de mayo de 2010

Las morenas de pelo rizado traen mala suerte.

No gano para disgustos con mi Amo. Lleva dos días en cama, febril y de mal humor, bajo los cuidados de los Casta Verde y los míos propios. Aún en ese estado, insiste en trabajar y tiene todas las pieles sembradas de pergaminos y mapas. Pero, aunque es complicado contentarle cuando está tan mohíno y enfadado, lo intento con alegría… porque a éstas alturas podría no tener a quién servir.

Ya es la segunda vez que intentan envenenarlo, aunque ahora han estado más cerca de su objetivo. Por suerte, actuamos con rapidez. Creo que mi Señor se alegra de haberme permitido aprender de los Casta Verde, porque eso me ayudó a saber qué debía hacer y no vacilé al extraer el veneno succionando una herida en forma de aspa que él mismo se hizo con la quiva. Afortunadamente, dado que el traidor ya había alardeado alguna vez de su supuesta “defensa” mencionando la toxina que portaba, mi Amo también llevaba el antídoto. La verdad es que es la persona más desconfiada que he conocido, pero ahora creo que tiene razón al tomar tantas precauciones que podrían resultar incluso ridículas a primera instancia. Pero eso le salvó la vida.

Al menos el atacante descansa ya en diversos estómagos de distintos eslines. Espero que los Reyes Sacerdotes le juzguen como se merece. Como dirían en mi planeta… que se pudra en el Infierno. Y mi Señor pronto volverá a estar en pie tan sano y fuerte como siempre.

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