sábado, 13 de marzo de 2010

Bort y Nethet.

Desde el hombro de Bort pude ver el recorrido que hacíamos. Estaba en shock y ni siquiera era capaz de patalear o resistirme. Parecía una ciudad casi medieval, la gente vestía túnicas y los hombres llevaban armas. Había montones de chiquillas preciosas, con metálicos collares en sus elegantes cuellos. No fue hasta entonces que noté el peso que pendía del mío y, llevando la mano allí, puede tocar el frío metal de un collar similar. Salimos a las afueras, donde había un par de carros tirados por animales parecidos a yaks. Bort me dejó caer en el suelo y gemí por el golpe. "Qué hombre más bruto".- pensé, pero no dije nada. Sabía que podía aplastar mi cabeza entre sus enormes manos. Miré a mi alrededor, confusa. En torno a los carros había varias chicas, vestidas con pedazos de tela muy cortos que dejaban adivinar las formas de sus cuerpos. Una de ellas se acercó corriendo y dijo algo en un idioma extraño. La miré, sin comprender. Se señaló el pecho y me dijo "Dina". Yo, recordando la escena de Tarzán, sonreí y, señalándome a mi vez, contesté "Ana". Ella repitió mi nombre, sonriente.

Bort volvió de dentro de uno de los carros, trayendo un trozo de tela que me entregó. Era tan solo un rectángulo con un agujero por el que meter la cabeza. Me lo puse, sintiendo que era demasiado escaso, aunque mejor que ir desnuda por ahí como hasta ahora. Me dio también un cordón y, mirando como lo llevaba Dina, lo ajusté a mi cintura lo mejor que pude. Dina se rió y me desató el cordón, colocándolo correctamente. Me ruboricé, avergonzada por mi torpeza. Bort también se carcajeó de mí y me dijo algo. Le miré, sin comprender. "No te entiendo". Él tampoco comprendía el castellano. Se encogió de hombros y llamó a alguien.

De uno de los carros salió un hombre opulento, vestido de azul y amarillo. Tenía los ojillos crueles, la frente huidiza y los labios finos rodeados por una exigua barba. Me estremecí al ver que llevaba un látigo colgando del cinturón. Llegó ante nosotros y me miró. Parecía enfadado. Empezó a gesticular y a hablar con Bort, que le respondía en aquella extraña lengua. El recién llegado era Nethet, que empezó a palparme y a examinar mis dientes. Me enfadé y le golpeé la mano. No debería haberlo hecho. No me dio tiempo ni a ver su mano moverse antes de sentir un bofetón brutal que me arrojó al suelo. Mi boca se llenó de sangre y mis ojos de lágrimas. Me incorporó hasta dejarme de rodillas y continuó su examen. Ésta vez no me atreví a impedírselo. Dina me miraba, preocupada. Cuando Nethet terminó, me obligaron a entrar en uno de los carros y me encadenaron por el tobillo. También trajeron a las demás chicas. Dina estaba a mi lado y parloteaba en su idioma con el resto. Yo solo quería despertar de aquella pesadilla.

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