Hoy paré frente a un espejo
y me observé con sorpresa
“¿Y esa mujer? ¿yo soy esa?”
Me preguntó mi reflejo.
Pues me parecí princesa
con el collar a mi cuello
brillando entre mi cabello
aún cuando debía ser presa.
¿Ha cambiado tanto aquello?
Más ¿cuánto tiempo ha pasado
de aquel día, acelerado
el corazón, sin resuello,
con el rostro arrebolado,
sin saber como actuar,
en que vendiéronme en Ar?
Se asombró hasta el encargado.
¿Cómo iba a imaginar
que una kajira ignorante
sería adquirida al instante
para el Salón del Ubar?
Y ese día fui causante,
al no tener instrucción
y por llamar la atención
de mi castigo humillante.
¡Qué vergonzosa actuación!
¡Qué servicio incompetente!
¡Vaya mentira imprudente
por buscar admiración!
¿Cómo iba a tener en mente
(¿Dónde estaba el manual?)
que hacía falta un ritual
al servir correctamente?
Y pensé “¡Bruto, animal!”
cuando la copa estrellaste
¡Y más cuando me acusaste
de asesina y desleal!
Y después me castigaste
sin camisk, desabrigada,
kajira discriminada
de las demás por contraste.
Peor que una bofetada
Tu indiferencia y desprecio,
Tu semblante recto y recio…
para mí, ni una mirada.
Pero no fue malo el precio
a pagar por mis errores
porque sembró los albores
para con vos de mi aprecio.
Después, entre bastidores,
me propuse mejorar,
aplicarme, destacar,
halagar a mis captores.
Y al tiempo volviste a posar
en mi persona los ojos.
Y yo, obediente, de hinojos,
impaciente por mostrar,
a pesar de mis sonrojos,
que era digna de servir,
de complacer, sin pedir,
sin mostrar jamás enojos,
no a un rey, sultán o visir,
si no a alguien mucho mejor,
a Vos, Administrador,
dedicaba mi latir.
Y ahora sois mi Señor,
y ahora vivo encandilada
a sus pies, enamorada,
sirviéndole con fervor.
Y me deja anonadada,
que fui indómita y salvaje
y ahora rindo vasallaje
más feliz que libertada.